martes, 1 de abril de 2008

Foto por Angel Urzua

Por Sara Mandarina

El amor existe. Es el vacío de tus labios rellenando mi cuerpo con flores silvestres que se expanden en el horizonte y atrapan al desconocido cuerpo de la atemporalidad. 

Miro las palmas de mis manos y me doy cuenta del vacío profundo y oscuro donde habitas en las noches de frío, refugiada de las historias de tragedia y buscando la respuesta a la nada.

Eres tú el amor y no tus pechos. Eres tú y el silencio y el éxtasis. Eres tú entre el humo de cigarro que inunda el bar y me asfixia en una distancia que me mata.

Poco a poco me voy quedando sin ojos. Así ya no te miras en mí. Así ya no provoco el reflejo de tu figura que tu personalidad narcisista adora. Así soy yo sin mí y tú eternamente conmigo. 

Te mutilo por las noches y tú no te das cuenta. Tú eres tú en ti misma y en mi ausencia. Poco a poco pierdo la paciencia. El calor de esta primavera insoportablemente febril recorre mi cuerpo y atrapa mis vísceras. Me muero sin ti.

Eres la confusión, la tormenta, el cariño, la caricia, el grito reprimido, el aullido elevado al cielo. Eres tú, tú, tú. Eres todas las desgracias juntas y la divinidad en pantalones de mezclilla. Tú eres lo sagrado y lo sacrílego; tú eres Dios y tu propia hereje. 

Tú eres mi conciencia y el cabello largo de la lejanía. 

Eres el vapor de mis recuerdos y la marea de mi presente, el naufragio de mi futuro. El peor augurio y la más exquisita adivinanza. 

Tú eres mi risa que llora por las noches. Eres la esperanza que agoniza en su lecho. Eres el mal, el bien y todos los besos que hay en medio. Eres el enojo, la insatisfacción, el desacuerdo, la repulsión. Eres mis ganas de asfixiarte en un beso, la locura, el desorden, las circunferencias perdidas, los amores robados, los tal vez, el adiós. 

La divinidad eres tú entre mis manos volando.

Y tú te limitas a pretender que no. Sujetas la cámara y cualquier cosa se convierte interesante y yo me hago cenizas. El retrato del abuelo, el primer beso, el viaje a lo inefable, la última despedida, los abrazos y el polvo. 

Tú te limitas a fotografiar, Eva, y yo a morir en tus brazos cruzados. 

La escuela

Por Luis Eduardo Luna

A lo largo de mi experiencia en la carrera de Comunicación (cinco semestres) he notado la poca coordinación teórica que existe a lo largo de la carrera. Con esto me refiero a que mientras en una clase se aborda el fenómeno social y de la comunicación a partir del concepto de “representación social”, en otra se realiza con base en las “formas simbólicas” y no hay un sustento que logre amarrar ambas ideas. Uno debe jugar al malabar con los conceptos y medio comprender que al final de cuentas todos hablan más o menos de lo mismo, de la realidad social.

Es lógico pensar que en una carrera universitaria los semestres van a tener cierto grado de secuencia en cuanto al conocimiento que se imparte. Pero parece que más bien cada materia y profesor se va por su lado desoyendo a los profesores que vinieron antes que él. Cada semestre parece ser un borrón y cuenta nueva. Del mismo modo los profesores se han dado a la tarea de digerir los conocimientos para que el alumno no se haga tantas bolas con teorías realmente ambiciosas y completas. Para el alumno es realmente complicado porque uno termina medio sabiendo qué dijo Bourdieu sin leer un solo texto escrito por él. 

La falta de escuela en la carrera de comunicación produce que eventualmente los conocimientos que se adquieren en los primeros semestres sean olvidados porque al final de la carrera son aplastados por nuevos enfoques teóricos. Sugiero entonces que olviden toda la idea de la ruta sugerido de materias porque para efectos prácticos no importa, en cada clase se realizará una construcción teórica independiente de todo lo que se haya visto.

Lo peor de todo es que conceptos elementales para el estudio de la comunicación no están aclarados. Lo mismo da hablar de información, comunicación, realidad, imaginario y cultura; no existe una teoría a partir de la cual sustentar nuestras opiniones, y como no conocemos bien a ningún autor y ninguna propuesta conceptual, no podemos dialogar con los textos ni con los autores.

No hay escuela de comunicación. Tal vez la misma carrera refleja que no existe un acuerdo sobre cómo enseñar comunicación. Tal vez el mundo de la comunicación es eso, una colección de diferentes visiones de la misma cosa. Y con eso trabajamos, con visiones diferentes. Al cabo que todo o casi todo es una construcción hecha por nosotros mismos.

lunes, 31 de marzo de 2008

Entre clases


Foto por Patricia Karenina Casarín

Por Luis Eduardo Luna

Sientes la cafeína recorriendo tus venas, llegando a cada rincón de tu cuerpo. Estás alterada, matando por un cigarrillo entre los pasillos que llevan únicamente hacia ceniceros llenos de colillas y cigarros a medio fumar. Los ves y piensas si estará mal tomar uno, al cabo que apenas le fumó antes de tirarlo. ¿Serás muy morta? De cualquier manera no tienes encendedor. Tendrás que buscar fuego, y donde hay fuego, hay cigarrillos. 

Das pequeños sorbos al vaso de café. Americano, sin azúcar, como se toma el de a de veras. Te sientes muy chida, y piensas en todas las niñas que sólo piden capuchinos, te ríes de ellas a sus espaldas, eres mejor que ellas. Tú tienes más dinero porque no gastas tanto en café. ¿Si tienes dinero, por qué no tienes cigarros? Eres una coda, viendo cómo un desconocido sentado sobre los escalones de la cafetería saca un 
cigarrillo. No puedes ir a pedirle uno, te da mucha pena. Ya no eres tan chida, sabes que lo deseas, no has fumado nada desde la última clase y ya va a comenzar la que sigue. ¿Qué vas  hacer?

Terminas tu café y avientas el vaso. Crees que eso te dará el valor para ir y pedirle un cigarro a ese desconocido. Te acercas con cuidado, piensas una y otra vez lo que vas a decir. Oye disculpa ¿no tendrás un cigarrillo que me regales? Eso dirás cuando estés lo suficientemente cerca. De repente se levanta y camina hacia ti. Te confundes y te alejas. Perdiste tu oportunidad. 

Ya no tienes café y el tiempo se te termina. Necesitas ese cigarro para poder sobrevivir la clase. Sabes que el profesor es sumamente aburrido. Siempre has pensado que no debería de dar clases. Pero sigues ahí, no tienes el valor para irte de la clase, te sientes presa de tus decisiones y sigues preguntándote ¿por qué no compraste cigarros en la mañana? 

Caminas con resignación hacia la clase, con la esperanza de que algún colega del humo se cruce en tu camino y te regale un cigarro. Pero no hay nadie familiar, sólo desconocidos en el pasillo, algunos tienen cigarros, otros no. Pero ya no te importa, ni siquiera tienes tiempo para fumarlo, talvez puedas conseguir uno ahorita y lo fumas al salir, pero prefieres comenzar la búsqueda desde cero.  Eres una coda, no has comprado cigarros en una semana y vives del vicio de los demás. Hoy por la tarde vas a comprar cigarros y mañana te vas a ahorrar la frustración, o por lo menos eso te dices.

No somos tontos

Por Eunice Donaji Garcia 

Desde que entré al ITESO los maestros han dejado entrever una preocupación sobre la manera en que nuestra generación ha desarrollado procesos cognitivos y suelen mover la cabeza (¿será lástima?) ante una ignorancia constante y colectiva de los alumnos, eso si repartiendo el peso  entre las  instituciones: 
somos tontos pero no es nuestra culpa. 

¿Será cierto? 

Es que de repente nos encontramos con comunicadores que han crecido bajo la, quién-sabe-cuantas-veces operada, mirada de Paty Chapoy, el sarcasmo barato de Adal Ramones y los reality shows morbosos que hace algún tiempo inundaron la televisión, entre otras cosas. 

¿De qué le sirve entonces a nuestras pobres neuronas hacer sinapsis como locas? Células altamente evolucionadas convertidas en meras señoras de lavadero. 

Pero no todo está perdido.

Resulta que somos estudiantes y que esos mismos profesores que mueven la cabeza pueden hacer a un lado la lastima y empujarnos a un desarrollo de mayor calidad. 

Eso si, nosotros como universitarios (que implica más que tener credencial actualizada) debemos cuestionar nuestra manera de adquirir conocimiento y del uso que le damos a este conocimiento: 
vamos a clases, hacemos tarea ¿y luego qué? 

No digo que salgas a devorarte el fondo ITESO- Clavijero y que te conviertas en un pensador erudito mundialmente reconocido, ni que seas en el nuevo libertador de los satanizados medios de comunicación ¡no! Solo te pido, pidámonos, pensar en cómo es qué estamos pensando (tiene más sentido del que a 
primera vista se lee) y qué viene después de ese pensar. 

Tonto, según el pequeño Larousse, es aquél que tiene o demuestra poca inteligencia o escaso entendimiento. 

Y tú ¿ya entendiste? ¿o piensas seguir sin existir? 

La locura como bala

Por: Luis Eduardo Luna y Sara Mandarina 

Si él se hubiera puesto a pensar en las implicaciones morales de su decisión, nunca habría pisado aquellas tierras inhóspitas del riesgo. Ahí estaba sentado, contemplando el vacío entre sus rodillas, en espera de que llegara el momento preciso. 

Escucha, papá. Genaro está dentro. ¿Lo oyes? Levántate del suelo, me contestó. Yo, por supuesto, estaba tirada panza abajo en el suelo de mi casa esperando oír a mi hermano Genaro. A mí nadie me engaña, papá, le dije. Yo sé que mi mamá se está poniendo gorda por tragona y en realidad la tierra es la que va a dar a luz a mi hermano, ¿Tú qué piensas? Tú también estás gordo. 

El tiempo pasaba y nada. Seguía siendo la misma cosa, él sabía lo que podría venir pero no llegaba. En su cabeza se inventaba las posibles reacciones de su mujer, las consecuencias de sus actos se hacían presentes en el vacío entre sus rodillas. 

Me molestas muchísimo, chilpayata número uno. A ver, hija, ¿qué te hace pensar que tengo tiempo para estas bembadas? Tu mamá está embarazada y tú no tienes edad de entenderlo. Aunque sí, claro que tienes edad. ¿A qué vas a la escuela? ¿Vas a la escuela? ¿Cuántos años cumpliste hace poco? ¿Y mis píldoras? ¿Y si digo la verdad? No. Mejor no digo nada, ella se enterará eventualmente. ¿Y si se entera por Juan? Ese Juan tiene la lengua muy larga, no sabe distinguir entre sus asuntos y los de los demás. Nunca debí haberle comentado. Pero necesitaba decírselo a alguien. Seguramente ya se lo dijo, es por eso que no ha llegado. Ya es tarde, ya debería de estar aquí pero no, está con Juan. 

Me siento en una silla de piel rota desgarrada por los años. Hace calor y sólo traigo calzones. Mi papá está tirado en el suelo delante de mí, ahogado en el charco de esa sangre que yo sospecho que es suya. Y mi mamá sigue gorda y alta y fea y con mirada de ogro. Cocina huevos. No me gustan revueltos. Espero a Genaro pero vaya que tarda. 

Ilustración



¡INCULTOS!


Por Santiago Villalobos 

He oído a muchos compañeros, profesores, académicos y escritores decir que la cultura lo es prácticamente todo. Todos formamos parte de una cultura e incluso tenemos una propia. Leemos textos donde se nos reitera lo mismo pero desde diferentes perspectivas: “...manifestaciones de los hábitos sociales de una comunidad”, “producción de bienes simbólicos...”. Esas y más son utilizadas, sin embargo este uso de la palabra da cabida a un sinnúmero de ambigüedades y provoca que gente como Kant y Zubiri no la hayan usado. 

El problema radica en lo que se le acuña a la palabra, que en este caso es prácticamente cualquier cosa que se dé dentro de una sociedad, incluso fuera de ella, sólo basta de un individuo que la cargue consigo. 

La cultura lo es todo, pero no podemos dejar que se destinen sus fondos a una telenovela, porque una telenovela no es lo “suficientemente” cultura. Un proyecto de uso de laptops no entra en cultura, entra en tecnología. Un concurso de grafiteros no puede entrar como proyecto cultural, es vandalismo, pero sí un concierto de reggaeton. Tal parece que el uso del término varía según lo que cada quién necesite de él, cayendo en un relativismo absoluto, hoy no existen los incultos, sólo gente con otra cultura. 

Ortega y Gasset dice que la cultura es el “sistema vital de ideas en cada tiempo”  y marca, de manera muy sencilla, que aquella persona que no cuente con ese sistema es un inculto. 

Dice Ortega y Gasset: 
“...el inglés medio, el francés medio, el alemán medio son incultos, no poseen el sistema vital de ideas sobre el mundo y el hombre correspondientes al tiempo. Ese personaje medio es el nuevo bárbaro,  retrasado con respecto a su época, arcaico y primitivo en comparación con la terrible actualidad y fecha de sus problemas. Este nuevo bárbaro es principalmente el profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también -el ingeniero, el médico, el abogado, el científico.” 

Si ese es el promedio europeo no quiero saber cómo está la media de los mexicanos, si se usara este término como lo usa Ortega y Gasset ¿cuantos de nosotros, personas con diferente cultura, seríamos incultos? Esto responde a un llamado para que aquellos que tienen acceso a este conocimiento del sistema  se acerquen y lo exploren. Por eso es importante que la función de la “Universidad” además plantee de nuevo el estudio de la cultura, del “sistema de las ideas vivas que el tiempo posee”.