lunes, 31 de marzo de 2008

Entre clases


Foto por Patricia Karenina Casarín

Por Luis Eduardo Luna

Sientes la cafeína recorriendo tus venas, llegando a cada rincón de tu cuerpo. Estás alterada, matando por un cigarrillo entre los pasillos que llevan únicamente hacia ceniceros llenos de colillas y cigarros a medio fumar. Los ves y piensas si estará mal tomar uno, al cabo que apenas le fumó antes de tirarlo. ¿Serás muy morta? De cualquier manera no tienes encendedor. Tendrás que buscar fuego, y donde hay fuego, hay cigarrillos. 

Das pequeños sorbos al vaso de café. Americano, sin azúcar, como se toma el de a de veras. Te sientes muy chida, y piensas en todas las niñas que sólo piden capuchinos, te ríes de ellas a sus espaldas, eres mejor que ellas. Tú tienes más dinero porque no gastas tanto en café. ¿Si tienes dinero, por qué no tienes cigarros? Eres una coda, viendo cómo un desconocido sentado sobre los escalones de la cafetería saca un 
cigarrillo. No puedes ir a pedirle uno, te da mucha pena. Ya no eres tan chida, sabes que lo deseas, no has fumado nada desde la última clase y ya va a comenzar la que sigue. ¿Qué vas  hacer?

Terminas tu café y avientas el vaso. Crees que eso te dará el valor para ir y pedirle un cigarro a ese desconocido. Te acercas con cuidado, piensas una y otra vez lo que vas a decir. Oye disculpa ¿no tendrás un cigarrillo que me regales? Eso dirás cuando estés lo suficientemente cerca. De repente se levanta y camina hacia ti. Te confundes y te alejas. Perdiste tu oportunidad. 

Ya no tienes café y el tiempo se te termina. Necesitas ese cigarro para poder sobrevivir la clase. Sabes que el profesor es sumamente aburrido. Siempre has pensado que no debería de dar clases. Pero sigues ahí, no tienes el valor para irte de la clase, te sientes presa de tus decisiones y sigues preguntándote ¿por qué no compraste cigarros en la mañana? 

Caminas con resignación hacia la clase, con la esperanza de que algún colega del humo se cruce en tu camino y te regale un cigarro. Pero no hay nadie familiar, sólo desconocidos en el pasillo, algunos tienen cigarros, otros no. Pero ya no te importa, ni siquiera tienes tiempo para fumarlo, talvez puedas conseguir uno ahorita y lo fumas al salir, pero prefieres comenzar la búsqueda desde cero.  Eres una coda, no has comprado cigarros en una semana y vives del vicio de los demás. Hoy por la tarde vas a comprar cigarros y mañana te vas a ahorrar la frustración, o por lo menos eso te dices.

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