Por Fernando Hernández
Ya vamos por el mes de clases, otros tres y medio y me gradúo por cierto. Pero, contrario a lo que uno esperaría de alguien próximo a graduarse a mí no me aqueja tanto el valemadrismo. Sobre todo aquél valemadrismo inmóvil ante temas fundamentales para la vida cotidiana de los universitarios: la movilidad.
11 am y en el ITESO es imposible encontrar un cajón de estacionamiento. Son insuficientes a partir de ya, y también para los que se estacionan en doble cajón. Un aplauso para ellos.
Estos alumnos de primer ingreso me impresionan, el haber conseguido que sus papás los doten de un reluciente carro para que en carne propia experimenten los estragos del tráfico y de la incapacidad de los gobernantes en turno de hacer algo es una verdadera muestra de amor. No sólo ellos pues, también estamos los de semestres arriba. Añadamos el valemadrismo inmóvil de los cientos de miles de personas que transitan patéticamente por la ciudad. No sé tú estimado conductor, pero cuando me bajo del coche y camino por las calles me siento humillado al ver que ya ni siquiera me dejas el paso de cebra disponible. ¿Sabes lo que es un paso de cebra? No quiero saber qué pasa con los minusválidos a quienes no vemos pero ah ¿qué oportunos son esos lugares pintados de azul para estacionarse porque quedan más cerquita no?
Llega la hora de la salida y salen disparados miles de carros del Iteso. Uno por piocha. Contados con los dedos de la mano los que van llenos o traen su cartelito de que ellos sí dan aventón. Hace cuatro años cuando entré, todavía no había necesidad. Pero son otros tiempos diría yo. O igual hace cuatro años me valía madre.
La situación es crítica, y yo, como alumno a quien ya mero le cantan las golondrinas no me queda más que ser necio con la solución imperfecta. No hay viaducto, nodo vial o hummer con alberca, que haga menos miserable nuestro andar por la ciudad. Sólo necesitamos un cambio de actitud: vivir en las fuentes y venirse en coche es ridículo. Casos y pretextos hay miles. Miedo dice la mayoría. Los que ya nos venimos en bici lo ponemos en la balanza en contraparte con la felicidad, salud y estética (valor inconfundible de nuestros tiempos) que deriva del uso de la bicicleta. ¿Han visto las piernas de las alumnas que llegan en bici? Uff.
Por mientras, nos tocan acciones pequeñitas en lo que vamos despertando a los demás a animarse a andar en bici, a usar transporte público, y ya si de plano hay un complejo de rápido y furioso, ¿pues al menos hay que hacer un coche sardina no? Hacer esto no hará que los demás duden de su poder adquisitivo.
Por cierto, ¿a qué hora debe pasar el camioncito del ITESO? ¿Te vale madre verdad? Pues entonces Salúdame al semáforo, que de seguro ha de estar en rojo.
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