miércoles, 27 de agosto de 2008

Aire

Por Axolotl

Llevaba ya la mitad de su ascenso completado pero ni el hecho de saber que pronto lograría su cometido le quitaba un poco del peso que lo había estado angustiando toda la mañana. Estaba a pocos peldaños de llegar a la cumbre y sabía que al estar allí ya nada le importaría, podría finalmente limpiar su nombre y mostrarse a sí mismo y a todo aquel que había puesto en duda su arrojo, de lo que en verdad era capaz. Al darse cuenta de que la vista se despejaba frente a él y que ya podía observar el descenso redentor que le esperaba, sangre comenzó a inundarle la cabeza, sólo para después empezar a bajar por todo su cuerpo hasta henchirlo de una emoción que sólo se podría comparar con la que le colmó el día en que, enfrente de esos mismos colegas, fracasó en su intento por aterrizar en la tolerable suavidad de la caja de arena después de haber ejecutado un majestuoso movimiento pendular impulsado únicamente por su propio peso y el apoyo del viento en su espalda.

Una vez en la cumbre, se sentó, y el contacto con el frío acero de la resbaladilla debajo de él renovó sus espíritus y le regresó el valor que le había ido abandonando poco a poco, escalón por escalón. Sin más, con el mero impulso de sus brazos y la gravedad sobre su cuerpo, se dejó ir sobre el monstruo que todos habían temido, con la única certeza de que él era el primero que intentaba dominarlo. Lo último que pensó antes de dejarse llevar sólo por lo que sus sentidos le susurraban, fue que el viento sobre su piel se sentía demasiado bien y descubrió que tal vez él no era tierra, como siempre le fue dicho, él era Aire.

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