miércoles, 3 de septiembre de 2008

Amor Motita

Por Eunice García

Podría comenzar mirándote a los ojos o besándote o diciéndote lo mucho que me gustas. Si comienzo mirándote a los ojos puedes ver una chispa de deseo, de ansia loca por tocarte; si comienzo besándote sería despacito, saboreando tus labios, aprendiendo tu sabor, tus líneas, tu ritmo; si te digo lo mucho que me gustas comenzaría mirándote a los ojos, luego besándote, y así y así. Entonces dejaría que el ciclo de un amor imaginariamente perfecto comenzara, tú mirándome a los ojos y diciéndome cursilerías que sólo se ven en novelas baratas y nos besaríamos y estrujaríamos como dibujos voluptuosos de un libro vaquero. Seguramente yo te pellizcaría una nalga con una picardía fallida, tú te reirías y nuestro momento erótico se esfumaría en carcajadas, pero entonces, y sólo entonces, nuestras endorfinas liberadas nos llevarían a rodar por todo el piso, por toda la escalera, aprovechando el golpeteo de cada escalón. Seguramente terminaríamos en la cocina, besuqueándonos en un charco de leche, un plato de cereal desparramado y endulzado con mieles de amorcito corazón. Tum tum se escucharía y los vecinos aplaudirían o rezarían por la salvación de nuestras almas (por nuestros cuerpos ya no hay nada que hacer) y al fondo la banda sonora de la película más rosa, púrpura, melancólica y mal editada que haya existido sobre la tierra. Después un negrito saldría de la nada y cantaría “Sea of love” y tú y yo nos abrazaríamos y lloraríamos juntos todo el tiempo perdido. Se unirían más y más negritos y entonces llegaría la noche y comenzaríamos de nuevo. Tú me mirarías a los ojos y me besarías y me dirías todos los diálogos de amor que ha escrito García Márquez, que yo te habría obligado a aprender; entonces yo te miraría con ojos de borrego a medio morir y terminaría de morirme en un beso larguísimo con sabor a tutifruti. Podría terminar mirándote a los ojos, o besándote o diciéndote lo mucho que te he extrañado los últimos suspiros, y entonces (sólo entonces) suspiraría por el minúsculo tamaño de nuestros pulmones que nos obligan a interrumpir nuestros maratónicos reconocimientos de náufragos abandonados por el barco de la ilusión en la isla del deseo. Si me apuro a besarte nos sobra tiempo de inventarnos apodos. Tú me dirías unos bien tontos y tiernos: me dirías amor, ñaque, chocolatito, aguacatito, mocosita, mi vidita, y yo te diría pulgoncito, alcancía de mis anhelos, recipiente de mis besos, cesto de mis placeres, papelero de mis papeles, cajeta de mis cabras, chicharrón de mis truenos, piña de mi pastor, huevo de mis licuados, espuma de mis capuchinos, cola de mis gatos, pelo de mis empanadas, lunar de mis recovecos, cuchara de mis babas. Entonces agarraría aire y comenzaría a decirte lo mucho que te quiero y tú me mirarías a los ojos y me besarías y me dirías lo mucho que me quieres y yo te besaría, y así. Entonces los vecinos recolectarían zapatos, tacones, botas y chanclas. Qué bueno que sólo le atinan a los gatos. Miau Miau.

No hay comentarios: