Por Christopher Estrada
Estoy aprendiendo a ser comunicador desde 1995. Recuerdo que mi licenciatura se desarrolló bajo un esquema interesante pero no necesariamente efectivo: muchas materias “teóricas” en los primeros cinco semestres y el resto del tiempo dedicado a talleres y prácticas. Tuve profesores muy buenos y profesores muy malos (entre ellos, varios extranjeros malviajados) y algunos llegaron a darme más de una clase.
Recuerdo que muchos de mis compañeros no sabían escribir con meridiana propiedad ni siquiera el nombre que aparecía en su acta de nacimiento. Otros, llenos de “ideas chidas” en su cabeza, jamás movieron un dedo por hacerlas realidad. A su discurso idealista le seguía el típico reproche a la pobreza de un país que estaba saliendo de una guerra. Yo mismo me rehusaba a leer libros de teoría, porque eso era encasillarse en ideas prestadas.
Recuerdo que muchos de mis maestros se contradecían entre sí, simplemente porque no se tomaban la molestia de compartir los fundamentos de sus clases. Recuerdo que cuando torpemente concluía que un maestro no era de la talla que yo esperaba, criticaba e importunaba su clase unos días y luego, soberbia a cuestas, reprobaba voluntariamente la materia, como una ingenua autoinmolación ejemplarizante dirigida a mi escuela. En menos de un año reduje mi promedio de 9.0 a 7.1.
Ya no soy así de impulsivo… pero no he dejado que otros se encarguen de articular los conocimientos que necesito para ser un mejor comunicador. Cierto: mis clases no fueron un robusto cuerpo integrado de teorías y plataformas metodológicas probadas y pertinentes; ni siquiera tuve el privilegio de tener maestros que hubieran reflexionado sobre su propia profesión o sobre la comunicación. Pero, ¿acaso habría sabido qué hacer con eso en aquellos días? ¿Sería un mejor aprendiz de comunicador ahora? Creo que no.
No he dejado de aprender a ser comunicador desde 1995 porque mi mejor aprendizaje de la escuela fue que yo era el responsable de hacer mi escuela. Desde entonces pregunto cuando algo me inquieta de más, leo cuando un maestro no me satisface, organizo mi consumo de noticias, me empapo de arte, busco hacer concreto lo abstracto… De repente, me encontré con amigos que hacían lo mismo y entonces sí me sentí parte de una escuela. Es una construcción hecha por nosotros mismos, claro, pero frente a ella me siento satisfecho de mí mismo y preparado para construir mucho más.
1 comentario:
y vaya que los que estrenamos el "Nuevo plan" tuvimos que hacerla de conejillos de indias.
Los que de plano no nos confiamos nomás en el plan hicimos "Nuestra" escuela.
...digo, algo tienes que aprender a parte del casi medio millón que tus papas pagarán durante tu largo y bonita estadía por las áreas verdes del iteso (gaby dixit)
microschool
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